NOTAS DESDE EL INTERIOR DE LA BALLENA
-Ave Barrera
«Mi mamá creció como una de esas plantas que se aferran entre las rocas y sus flores parecen un milagro»
Sinopsis del libro
«Ser hija es andar en sentido contrario, es huir en dirección contraria al destino sin saber que con nuestra deuda estamos dando cumplimiento al vaticinio».
La protagonista de esta novela regresa a casa luego de mucho tiempo, para descubrir que su madre ya no volvió en sí después de una cirugía. Ante la imposibilidad de una reconciliación, ella deberá confrontar consigo misma los silencios que se tejieron entre ambas y restaurar por medio de la escritura el vínculo deteriorado por sus ausencias.
En este relato íntimo y conmovedor, compuesto por notas, estampas, memorias y citas, hay un profundo análisis de la compleja relación de una hija con su madre, el amor, los desencuentros y las tensiones que desbordan el lenguaje. Un auténtico viaje al interior de la ballena mítica que, como en el relato de Jonás, devora a la protagonista en su huida para llevarla a los abismos de la muerte, el duelo y el desasosiego, donde se pone de manifiesto que en ocasiones es necesario desobedecer los mandatos para elegir un camino distinto al establecido.
«Una voz vibrante y singular, aliada con una extraordinaria madurez técnica y una fascinante densidad simbólica». – Irene Vallejo
Mi reseña 🤓
¡Feliz día a todas las mamás! 🌷Espero que a todas las mamás les regalen tooodos los libros que quieren y que esas historias las acompañen, las consuelen y las cobijen en este hermoso y desafiante camino de la maternidad ♥
La elección del libro a publicar este año fue algo complicado. Quise escribir sobre algo diferente. Y qué mejor que algo confrontador y revelador.
«Notas desde el interior de la ballena» nos sumerge en una historia que brinca a través del tiempo, los recuerdos, las emociones y los pensamientos de una hija que está atravesando el duelo por la pérdida de su madre. El cuál está siendo un viaje de autodescubrimiento duro, doloroso, revelador y sanador.
La protagonista vuelve a casa con la culpa que su familia insiste en cargarle sobre los hombros por no estar ahí. Pero esta vuelta a casa no será como las anteriores. Su madre no salió como se esperaba de una cirugía y aunque su cuerpo sigue vivo y su corazón continúa latiendo, en realidad ella ya no está ahí. Esta realidad golpea a la protagonista, y este impacto la lleva a replantearse su vida con su mamá, todo aquello que quedó inconcluso entre ellas, y de lo que nunca van a poder hablar. Ese silencio ensordecedor, le lleva a escribir para dar con sus propias respuestas y sumergirse en las profundidades oscuras y sórdidas de su relación que tantas veces amenazan con devorarle viva.
Cuando ella escribe, dice sentirse impostora, como si no tuviese derecho de hablar de sus ausencias, cuando la única emoción legítima de una hija hacia su madre es el agradecimiento. Le dio la vida y la cuidó, qué más puede pedir… Al leer textos como este, me pongo a analizar del poco permiso que tenemos como hijas ante la sociedad de expresar como nos sentimos respecto a nuestras madres, sin tapujos, sin maquillar, sin sentir una culpa que se suma a la lista de todas las emociones ambivalentes que experimentamos en el vínculo más cercano que tenemos, al que nos dicen que es incondicional, aunque no siempre se siente así…
Las pequeñas historias sueltas que aquí comparte son sobre la vida de su mamá y cómo logró salir adelante en una vida en la que parecía nadar en contracorriente, cómo se conocieron sus padres y especula sobre todo lo que representó para su mamá que ella llegara al mundo. Es una realidad innegable que, en numerosos casos, la llegada de un hijo es una profunda alegría. Pero muchas más veces de las que se cuenta y se puede/quiere reconocer (porque también las madres sufrimos el estigma de no poder expresar abiertamente el espectro tan amplio y complejo de emociones y pensamientos que despierta la maternidad, ya que está mal que una madre se queje de lo mejor que le ha pasado en la vida, ¿cierto?) también hay emociones que nos han enseñado que no «debemos» sentir respecto a la maternidad, así que las llevamos a cuestas solas, en el más profundo e impenetrable de los silencios.
La protagonista cuenta la historia de su vida, y como el poder de las creencias, de las apariencias, del que dirán, entre muchos otros factores externos, salpican y deterioran la relación entre madres e hijas, ocasionando que esta se fragmente, y se desconecten entre ellas. Y a veces esos muros que se levantan a través del tiempo y de las heridas, se vuelven insalvables, impenetrables. Y cuando menos te das cuenta, llegas a punto irreversible en el que ya no puedes hacer nada para recuperar el tiempo, para obtener respuestas. Para buscar la reafirmación del amor a través de las palabras que nunca llegaron a ti a lo largo de toda una vida.
La autora afirma que no es nostalgia la que le lleva a escribir estas notas. Es algo distinto. Es el desconcierto de sentir en un mismo cuerpo el amor más desaforado a la par de odio pueril, difícil de aceptar y de procesar. Hacia sí misma, hacia su madre, hacia eso que fueron cuando estuvieron juntas.
Pienso que escudriñar tu historia de vida con tu mamá es algo muy valiente. Algo muy difícil de hacer. Son muchas las razones. Aunque pienso que hay una en particular con un peso importante. Vivimos una sociedad que casi casi santifica la maternidad y al reconocer ciertas realidades dolorosas, nos quieren hacer sentir sutilmente (o no tanto) que somos hijos malagradecidos que no valoran todo el sacrificio que hizo la mamá por nosotros, como si rompiéramos el pacto de «honrarás a tu padre y a tu madre» al expresar en voz alta todo aquello que nos dolió en nuestro vínculo, esos silencios que nos hirieron, esas palabras que mencionó y que nos atravesaron el corazón. Pero insisto en que hacer un ejercicio como este no se trata de juzgarla. Al contrario, sino de reconocerla como humana, como mujer, antes que como madre. Como una persona con sus propias heridas sin sanar. Con su propio dolor sin resolver, y que sin querer proyecta en sus hijos, siendo éstos un efecto colateral e inevitable de todo ese daño que se arrastra a través de las generaciones. Y paradójicamente, eso termina siendo muy sanador. El reconocer esta imperfección no para juzgar o victimizarnos, sino para entender. Entenderla. Entendernos. Y perdonar. Y sanar.
Gracias por estar aquí, y por explorar el complejo vínculo entre madres e hijas en la literatura conmigo ♥🌷
Angie 🤓
«Cada uno tiende a irse a su polo, cada una va en busca de su centro, quiere ser y para ser hay que oponerse, hay que partirse en dos».
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